06 agosto 2020

Prácticas del lenguaje.


¡¡hOLA FAMILIA, CHICOS Y CHICAS!!

BUEN COMIENZO PARA TODOS Y TODAS LES DEJO LA ACTIVIDAD DE PRÁCTICAS DEL LENGUAJE.

BESOS, SEÑO MARIELA.


DÍA JUEVES 6 DE AGOSTO.

 FANTASMA DE POR ACA…

Esta semana te proponemos seguir leyendo historias de miedo, pero esta vez ubicadas en la mismísima Ciudad de Buenos Aires. Quizá ya escuchaste algunas en la escuela o el barrio: se trata de historias inquietantes que suceden en lugares y tiempos próximos a nosotros y, tal vez por eso, nos producen temor. ¿Conocés alguna de esas historias? Te invitamos a leer unas que nos fueron contando.

1.       1. Fantasmas y espantos al alcance de la mano

2.    Leé las siguientes historias y anotá los lugares que se nombran y te suenan familiares. Si te resulta posible, buscá datos o fotos de esos sitios o consultale a las personas que viven con vos si los conocen. Si es así, pediles que te cuenten cómo son. Luego de averiguar un poco sobre estos lugares, ¿qué pensás de lo que cuentan estas historias? Anotalo en tu carpeta y compartí esas notas con tu docente por el medio que hayan acordado para comunicarse.

           

                                                         Romeo y Julieta criollo.

 Cuenta la tradición que la aristocrática familia Anchorena vivía en el actual Palacio San Martín, donde funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores. Hacia 1920, sus miembros decidieron construir la iglesia del Santísimo Sacramento como futuro sepulcro familiar. Por esa época, un joven Anchorena se enamoró locamente de Corina Kavanagh, una muchacha de familia adinerada, aunque no aristocrática. Pero el romance no fue aprobado por los padres del joven y los novios tuvieron que separarse. Corina, entonces, tramó una extraña venganza que no implicó que corriera sangre: ordenó levantar en San Martín y Florida un edificio cuyo único requisito fue que le impidiera a la familia Anchorena ver la iglesia del Santísimo Sacramento desde su lujoso palacio. Aún hoy pesa la “maldición” arquitectónica, ya que el edificio Kavanagh sigue obstaculizando la visión del templo católico.

 

 

 

                                               Las luces titilantes del subte A.

 

Cuentan quienes viajan en el subte A, que une Plaza de Mayo y Floresta en la Ciudad de Buenos Aires, que un fenómeno muy extraño sucede cuando los últimos trenes subterráneos atraviesan una parte de su trayecto. Se dice que en la media estación que nunca fue terminada, situada entre Pasco y Alberti, es posible observar presencias sobrenaturales. Al pasar por allí el subte, las luces del vagón titilan y, en ese instante, se pueden ver dos figuras masculinas sentadas en el andén abandonado. Cuenta la leyenda que, cuando se estaba construyendo esa media estación, dos obreros italianos perdieron la vida por la caída de una viga. Por eso, la empresa constructora decidió cancelar la obra de esa estación intermedia entre Pasco y Alberti. Pasajeros del subte sostienen que esos dos hombres aún permanecen en el lugar: los ven sentados o parados en las vías, mirando el horizonte.

 

 

        

                                                         Los duendes de la Boca.

 

Cuenta la historia que en 1908 la rica hacendada María Luisa Auvert decidió mandar a construir un edificio de alquiler en la esquina de Benito Pérez Galdós, entre Almirante Brown y Villafañe, en el barrio de La Boca. El encargado de la construcción fue un arquitecto catalán que montó una impresionante obra de arte que encantó a la propietaria. Tanto le gustó que olvidó su idea de alquilar los pisos y resolvió que el edificio fuera su propia residencia. Para conservar el estilo de la vivienda, María Luisa hizo traer muebles, adornos y plantas desde Europa. La leyenda cuenta que estos objetos no vinieron solos... Al poco tiempo de recibidos, los vecinos de la residencia empezaron a escuchar ruidos constantes y extraños. Esto complicó tanto la relación de la propietaria con los vecinos que decidió mudarse. El “castillo”, como llaman actualmente al edificio, se destinó, entonces, a su propósito original: sus pisos fueron alquilados, en su mayoría, a artistas que montaron allí sus atelieres. En el último piso, coronado por una torre, vivía Clementina, una artista plástica algo famosa. Un día, una periodista acudió a la vivienda para hacerle un reportaje y fotografió sus obras. Al revelar las fotos, se llevó una gran sorpresa: varios duendes de colores aparecían rondando sus cuadros… Entonces, llamó a Clementina para contarle el hallazgo; pero la pintora se había arrojado de la torre unos días antes. La leyenda dice que fueron los duendes quienes empujaron a Clementina al vacío y que todavía hoy pululan con ella en el viejo y hermoso castillo de La Boca.

 

 

 

2.Estas historias… ¿son de temer?

 En la actividad anterior, leíste varias historias de miedo ubicadas en la Ciudad de Buenos Aires. Quizá algunas te resultaron conocidas, aunque no sepas bien dónde ni de quién las escuchaste… Es lo que sucede con las leyendas urbanas, un tipo particular de narraciones que tienen a la ciudad como escenario. Ahora te proponemos leer un texto que explica qué son estos relatos y por qué circulan en todas las ciudades del mundo.

                                                ¿Qué es una leyenda urbana?

 

Las leyendas urbanas son relatos considerados verdaderos por el narrador y su público, que se ubican en un escenario urbano plenamente reconocible por ellos. Su propósito central es advertir sobre los riesgos de vivir en una ciudad y explicar ciertas creencias y prejuicios propios de los barrios o del ámbito ciudadano en general. Las características de estos relatos son las siguientes. Los protagonistas y personajes pueden ser figuras religiosas, como Jesús, la Virgen María o San Pedro. También suelen estar protagonizados por ciertos personajes que tienen o tuvieron existencia histórica. Los distintos pueblos recrean su biografía asimilándola a la de un héroe o heroína. Algunos ejemplos en la Argentina son la Difunta Correa, el Gauchito Gil, la Madre María o la cantante Gilda; en todos los casos, sus vidas y sus muertes quedan en la memoria colectiva. El pueblo los recuerda y les dan poderes mágicos más allá de la muerte: curan si se les hacen promesas, cumplen deseos y ayudan a los vivos. Otros personajes de leyendas urbanas son seres maravillosos como fantasmas, duendes y otros entes espirituales, como el hombre gato, el bomberito o la llorona de los shoppings. Otra característica es el tiempo en el que transcurren las leyendas urbanas. Se trata de un tiempo histórico cercano y reconocible para quien escucha o lee la leyenda. Esto mismo sucede con los escenarios, que remiten a la ciudad y sus paisajes, o a lugares más característicos: el subte, casas abandonadas de ciertos barrios, teatros o escuelas tradicionales. La última característica de las leyendas urbanas es su finalidad. Su propósito central es advertir sobre los peligros de la ciudad. Muchas de ellas toman el problema de la xenofobia, como las leyendas urbanas asociadas a los restaurantes chinos y sus supermercados, o el temor a los extraños que pueden engañar a alguien para extraerle un riñón. Algunas otras son explicativas, como aquella que revela por qué titilan las luces del subte de la línea A. Adaptación del texto que se ofrece en el anexo 1 de El camino del fantasma. Primer año. Serie Profundización de la NES, disponible en: https://bit.ly/35v4MNd

 

 

 

Elegí una de las leyendas urbanas que leíste en la actividad 1 o alguna de las que se nombran en el texto de esta actividad y completá el cuadro. Vas a retomarlo más adelante para planificar tu propia leyenda urbana.

LEYENDA URBANA

PERSONAJE

TIEMPO

ESCENARIO

FINALIDAD

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DÍA VIERNES 7 DE AGOSTO.

Historias de fantasmas, espantos y aparecidos Esta semana vas a seguir leyendo historias de fantasmas... pero estos fantasmas son distintos de los anteriores: además de miedo, dan un poco de gracia.

1.       ¡A despertar fantasmas! Leé el cuento que sigue para conocer una nueva historia de fantasmas.



Despertadores Suena el espantoso despertador, lo odio… Lo golpeo con el puño pero el silencio dura solamente cinco minutos. El desgraciado vuelve a sonar una y otra vez. No lo aguanto. Lo arrojo contra el placar y escucho ahora el sonido de los vidrios rotos. Aun así, no se calla. Suena, suena, me taladra la paciencia. Me levanto, lo tomo entre mis manos y, cuando vuelve a chillar, le saco las pilas. Me acuesto a dormir. A los cinco minutos, el teléfono. Me tapo los oídos con la almohada pero insiste.

 —¡Hola!

—¿Hablo con Martín Abalo?

—Sí, la escucho.

 —Soy la nueva secretaria del profesor Oscar Bermudez. Usted tenía una reunión hoy a las 9:00 hs.

 —¿No era el miércoles?

 —Hoy es miércoles señor. Y son las 11:00 hs.

—Es… Es… ¿Podemos recombinar?

—Dice el profesor que venga urgente y que traiga su despertador: lo va a necesitar para el experimento.

—Pero… ¿Qué experimento? Si todavía no tuve la entrevista de trabajo.

 —Dice el profesor que ya está contratado. Y digo yo que fue el único postulante al puesto.

Corro a lavarme la cara. Me miro al espejo y sonrío. Mi primer trabajo en un laboratorio. Nunca pensé que lo iba a conseguir tan rápido y sin entrevista. No tengo idea de quién es ese profesor; supongo que es alguien importante, que investiga vacunas para enfermedades incurables, o alimentos del futuro o cualquier otro descubrimiento que cambiará la historia de la humanidad. Y yo, su asistente, seré también importante y los periodistas del mundo me harán reportajes y hasta, posiblemente, escriba el libro: “Lo que nadie sabe del doctor Bermudez, por Martín Abalo”

 

 

Salgo y cuando estoy llegando a la parada del colectivo recibo un sms: “Soy la secretaria del doctor Oscar Bermudez, no se olvide el despertador”. Me lo olvidé. Corro las tres cuadras hasta casa, casi no respiro. Encuentro al despertador sin vidrio. Le coloco las pilas y nuevamente lo escucho chillar. En el colectivo suena cada cinco minutos. La gente me mira mal: la chica que hace globos con el chicle, el hombre que se corta las uñas en el asiento de atrás, el colectivero que frena con hipo. Creo que lo voy a rifar. Llego a la dirección indicada: una casa vieja que parece abandonada. No encuentro el timbre. Suena mi despertador y, de repente, la puerta se abre sola. Camino por un pasillo oscuro y esquivo algunas ratas. El corazón me late fuerte, me tiemblan las piernas. Estoy por dar la vuelta cuando escucho la voz de la secretaria:

 —Siga derecho hacia la puerta del fondo. Le hago caso. La puerta se abre y sale a recibirme un anciano bajito y muy flaco.

 —Soy el profesor Oscar Bermudez 

—dice ahora con la voz de la secretaria. Al ver mi expresión de susto, tose varias veces.

 —Me presento nuevamente 

—dice ahora, con voz de anciano

—. Yo soy la secretaria con la que habló antes, así todo parece más formal. De joven fui imitador, me presenté en algunos espectáculos pero cuando empecé con los inventos dejé esa profesión. Soy el profesor Oscar Bermudez. ¿Trajo su despertador? Asiento; no me salen palabras.

 —Le voy a pagar lo que usted quiera, pero, por favor, no se vaya. Necesito ayuda en el laboratorio. Mi nuevo descubrimiento revolucionará la vida y la muerte. Me duele el estómago pero no me animo a moverme

 


 

 

Suena mi despertador.

 —Bien

—dice Bermudez—, trajo su despertador. Ya compré todos los que tenían en stock las relojerías del barrio y según mis cálculos faltaría uno solo para hacer realidad mi nuevo invento. Venga que le muestro. Me lleva hacia otra habitación. Enciende la luz. Sobre una camilla hay un cadáver. Las paredes cubiertas de estanterías, llenas de despertadores.

—Disculpe

—digo

—. Mejor me voy.

 —Espere a ver si resulta mi invento y luego decidirá si me va a ayudar. Le pido nuevamente el despertador. Se lo entrego.

—Está roto pero funciona

—explico y salgo de la habitación.

 —Insisto, no se vaya. Si quiere mire desde afuera. Voy a insertar el último de los chips que hará red con el resto de los despertadores. Si mis cálculos son correctos… sonarán en cinco, cuatro, tres, dos… uno:… ¡Ahora! Suenan a coro uno tras otro hasta llegar a mi despertador. El cadáver abre un ojo, luego el otro, mueve las manos, las piernas y se sienta sobre la camilla.

—¡Sí, sí, resultó!

 —grita el profesor y da un salto atlético de alegría.

—Yo pensé que el señor estaba muerto, que alivio que no era así

—digo.

 —Estaba muerto y lo acabamos de despertar. Esta red de despertadores puede despertar a los muertos. Pero, según mis cálculos, solo pueden estar despiertos por veinticuatro horas, luego vuelven a morir. Siento que me sube mucho calor por el cuerpo y casi me desmayo, pero el cadáver me ataja para que no caiga. Salgo corriendo, mis piernas van a una velocidad que nunca antes habían alcanzado, mis brazos y pecho tiemblan sin ritmo. No miro el semáforo, no miro la calle, solo corro. Una camioneta me atropella. Suena el espantoso despertador, lo odio… Lo golpeo con el puño pero el silencio dura solamente cinco minutos. El desgraciado vuelve a sonar una y otra vez. No lo aguanto. Abro un ojo, luego el otro, muevo las manos, las piernas y me siento sobre la camilla del laboratorio del profesor Oscar Bermudez. Desde ese día soy su asistente. Él me despierta con su red de despertadores cada veinticuatro horas y juntos despertamos muertos para darles un día más de vida.

 

 

 

Información sobre la autora:

Sobre la autora de este texto Mariana Kirzner vive en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es psicopedagoga, docente y escritora de literatura infantil y juvenil. Algunos de sus libros publicados son: El Barco del Capitán mala Racha, Historias enamoradas, El mensajero del rey, El amo, el genio y la estrella pop, Guerra contra Otor, Boutique para brujas y brujos, ¿Qué mira María?, Corazón de robot, Zombis y vampiros en la ciudad

 

 

a.       Recordá el cuento y contestá esta pregunta: ¿creés que “Despertadores” es un cuento de miedo? ¿Por qué? ………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

 


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