09 julio 2023

9 de julio: Día de la Declaración de la Independencia

 

¿Qué se recuerda el 9 de julio? ¿Qué pasó ese día en 1816? ¿Qué significaba la palabra «independencia» y qué significa hoy? ¿Cómo se construye la memoria de este día?

¿Qué pasó el 9 de julio de 1816?

En 1816 convergieron dos hechos fundamentales para la historia nacional: la Declaración de la Independencia y la organización final del plan de guerra de José de San Martín, que sería el garante de esa independencia y la llevaría más allá de las Provincias Unidas. 

El contexto internacional donde esto ocurría era complejo: España se había liberado de los franceses y el Rey Fernando VII había vuelto al trono y se predisponía a recuperar los territorios americanos que estaban en manos de los revolucionarios. El ejército realista había comenzado a avanzar por toda la región derrotando a una parte de los movimientos independentistas americanos.

En medio de esa situación, las Provincias Unidas se juntaron para decidir qué hacer ante el peligro realista. El Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sudamérica se reunió en San Miguel de Tucumán para limar asperezas entre Buenos Aires y las provincias, cuyas relaciones estaban deterioradas. Cada provincia eligió un diputado cada 15.000 habitantes. Las sesiones del Congreso se iniciaron el 24 de marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados de un territorio bien diferente de lo que hoy es la Argentina. Charcas, por ejemplo, que hoy es parte de Bolivia, envió un representante. En cambio, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe no participaron del Congreso porque estaban enfrentadas con Buenos Aires y en ese entonces integraban la Liga de los Pueblos Libres junto con la Banda Oriental, bajo el mando del Gral. José Gervasio Artigas.

Lo fundamental del Congreso fue que el 9 de julio de 1816 los representantes firmaron la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica y la afirmación de la voluntad de «investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli» y «de toda otra dominación extranjera». De este modo, después del proceso político iniciado con la Revolución de Mayo de 1810, se asumió por primera vez una manifiesta voluntad de emancipación. 

Proponemos abordar el hecho a partir de algunos «objetos» (lugares, textos, canciones, prendas de vestir) que invitan a reflexionar sobre ese hecho político y a conocer cómo era la vida cotidiana de aquel entonces.

La casa histórica 



La Casa Histórica de Tucumán se construyó en 1760. Pertenecía a una importante familia local, la de Francisca Bazán, esposa de Miguel Laguna. Tenía varias habitaciones, patios que las conectaban y su único ornamento eran unas columnas salomónicas ubicadas a los costados de la puerta principal.
Después de ser sede del Congreso en que se declaró la Independencia, fue alquilada para la imprenta del ejército, el servicio de telégrafo y el Juzgado Federal. En 1869, el fotógrafo Ángel Paganelli —que visitaba la ciudad de San Miguel de Tucumán— registró, a pedido de un grupo de vecinos, el deterioro del edificio con el objeto de llamar la atención de las autoridades en pos de la conservación. 
En 1904, el gobierno la restauró. Sin embargo, debido a su pésimo estado, tuvo que demoler gran parte de la vieja casa. La única parte que se salvó fue el salón de la Jura de la Independencia. La reconstrucción intentó ajustarse al máximo al edificio original utilizando, incluso, el mismo tipo de ladrillos, tejas y baldosas.
En 1941 fue declarada monumento histórico. Actualmente funciona como museo y es centro tradicional de los festejos por la Declaración de la Independencia.




La proclama




Mientras preparaba en Cuyo al ejército que cruzaría Los Andes, San Martín esperaba impaciente que el congreso reunido en Tucumán proclamara la Independencia. En una carta que escribió a uno de los congresales, el representante de Cuyo, Tomás Godoy Cruz, decía: «¿Hasta cuándo esperamos para declarar la Independencia? ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional, y por último hacer la guerra al Soberano de quien en el día se cree dependemos?». Y concluía: «Veamos claro, mi amigo, si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo este la Soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir a Fernandito».

El contexto era sumamente complejo, los realistas habían recuperado amplios territorios en América —entre ellos, Chile y buena parte del Alto Perú—, lo que constituía toda una amenaza para las Provincias Unidas. En Europa se asistía a la restauración de las monarquías, en la Banda Oriental podía constatarse el avance portugués, y en el plano interno, las relaciones entre el gobierno central y el litoral estaban quebradas. Asimismo, el vínculo entre Buenos Aires y las provincias que participaban del Congreso no estaba exento de tensiones. 

Finalmente, el Acta de la Independencia se firmó el 9 de julio de 1816, cuando prevaleció una postura que representaba el mandato de la mayoría de las provincias: investir a las Provincias Unidas del «alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli». Quedaba expresamente rechazada toda fórmula intermedia que habilitara algún tipo de protectorado. Se trató, pues, de una manifestación clara, acorde con el pedido de San Martín, de declarar la Independencia absoluta de las Provincias Unidas respecto a la Corona Española y «de toda otra dominación extranjera», según la fórmula agregada a la proclama días después en las siguientes sesiones del Congreso. 

La proclama se publicó en español, y también en quechua y aimara con el fin de incorporar al proceso a los pueblos originarios.




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